No hay duda de que las personas dejamos rastro por
cualquier lado donde pasemos. Pero me atrevo a decir que esta huella
no siempre es negativa, además en algunos casos es necesario que
nosotros existamos para que el ecosistema funcione. Me parece que a
veces se nos olvida que somos parte del ecosistema, que no somos nada
extra natural.
El caso es que en una de mis exploraciones por el
monte me topé con las ruinas aún en pié de una antigua chabola de
pastores. Las pareces de ladrillos de hormigón seguían en pié,
pero el techo de al menos de una parte de la chabola la habían
derribado, no quedaba nada. Curioseando e imaginándome como hubiera
sido la vida en aquel sitio me topé con unos chillidos muy agudos.
Venían de la pared. Pasados unos minutos ví que en todos los tramos
de pared los ladrillos tenían varios agujeros. Allí en cada uno de
ellos habían colonias de murciélagos. Sin duda me estaban vigilando
igual que yo a ellos, cada vez que hacía amago de irme chillaban.
Hoy en día los murciélagos están bastante
amenazados, según la especie más o menos, pero creo que se podría
generalizar. Si en un afán conservacionista del entorno natural las
organizaciones y gobiernos hubieran decidido derribar la chabola
definitivamente, creo que no hubieran hecho mejor trabajo de
conservación que el de dejar la chabola en pie.
Más:
Comentarios
Publicar un comentario